viernes, 9 de septiembre de 2011

Y me pesan los brazos. Me pesan las piernas. Me pesa la consciencia...
Camino, pero mi andar es un andar rutinario, cansino, un mero traslado del punto A al punto B; y dios no permita que haya un punto C, porque siento que no me alcanzaría la energía.
Me cuesta horrores levantar la frente, sacar los ojos del suelo, mirar qué demonios hay adelante. Pero con mucho esfuerzo, lo hago.
Y ahí estaba. Tan bonito.
Estaba demasiado lejos como para distinguirlo con claridad, pero que era él, no había dudas. Se podía sentir su aroma invadiéndolo todo. Acelero el paso, cómo evitarlo. De a poquito se fue acercando. Al principio despacito, tímido, pequeñito. Después se hizo más grande, más fuerte, más veloz.
De pronto estuvo frente a mí.
Nos miramos durante un largo tiempo, sin hablar. Cualquier palabra estaría de más. Era el reencuentro de dos viejos amigos que sólo necesitaban una mirada sincera para tener la certeza que gozarían de su mutua compañía por un largo tiempo.
Y ahí estaba yo.
Y ahí estaba él. El optimismo.
"Qué lindo encontrarnos de nuevo", pensamos.

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parido por cande