Los derechos y deseos se unen y se vuelven uno: una fuerza imparable que continuará luchando hasta que aquello que debería ser suyo se vuelva realidad.
Nada parece deneterlos, ni el humo, ni el agua, ni siquiera esa voz perversa que sale del suelo y las paredes, susurrando que alguien tiene que pagar.
Las trabas sólo parecen fortalecerlos. Crecen. Se vuelven más inteligentes. Son más.
Responden a la furia con paz, y eso parece ser lo que más enfurece al demonio.
Un disparo. La muerte injustificada de un inocente.
Los pasos se detienen.
El demonio sonríe, satisfecho.
Mientras, al otro lado de la cordillera, alguien llora de empatía.