En cuanto desperté supe que algo no andaba bien.
Era raro, como si de repente todo mi cuerpo me pesara menos. Me resultaba dificil moverme, parecía que todo a mi alrededor tenía más fuerza que yo. Curiosamente no me importó, como casi todas las cosas en los últimos días. De todas maneras resultaba un poco molesto: dar un solo paso me tomaba alrededor de 30 segundos, y tenía que hacer muchísima fuerza para llegar al suelo; la más mínima brisa me arrastraba por todas partes; y estaba transpirando bastante más que de costumbre...
"Qué complicado resulta todo", pensé. A la vida no le bastaba con llenarme de piedras, baches y tornados el camino, además me tenía que hacer intangible y liviana como una pluma para que me fuera directamente imposible seguir ese camino.
La situación se estaba agravando, ahora mis pies habían comenzado a desvanecerse. Naturalmente, las condiciones en las que me encontraban no podían de ninguna manera ser las reales; debía tratarse meramente de una alucinación, producto de hacer una proyección en mi propio cuerpo de lo que yo creía que era mi relación con el mundo: al mundo no le importaba que yo existiera, y a mi no me importaba existir en el mundo.
Ya había perdido mis piernas, y ahora mi torso estaba siendo la víctima de este inexplicable cambio en mi fisonomía. Estaba experimentando una serie de sentimientos encontrados: por un lado, sería una pena no poder ya disfrutar de una caminata en otoño un domingo por la tarde; pero por otro lado, la idea de tener la capacidad de volar libremente sin algo que pegara a la tierra resultaba más que tentadora.
A estas alturas, el dilema ya importaba poco. La única parte que restaba visible de mi cuerpo era mi cabeza. Primero, desarapecieron mis orejas, después mi pelo, después las cejas, después el mentón, después los cachetes, después los ojos...Lo último en desaparecer fue mi boca. Ésta sonreía, ya que había descubierto que mi cuerpo no había simplemente desaparecido, se había evaporado (muy poéticamente, si se me permite decir) en el aire, y había creado mi propia nube.
Esta nube recorrió sin apuros todo el mundo, se fue uniendo a otras y haciendo más grande, hasta conformar una inmensa nube que cubría toda la tierra. Y de pronto, comenzó a llover.
Y fue así como logré llegar a todas partes del mundo: mojé las mejillas de una anciana en Nepal, limpié las manos de una niña somalí, arruiné el peinado de una joven canadiense, humedecí los labios de un frencés enamoradizo, resbalé en la caparazón de una tortuga gigante en las Galápagos, y cambie los planes de un grupo de amigos en la costa de Brasil.
Lo más curioso es que...nunca antes había sido tan feliz como en aquel primer día de mi no vida.
Que buena ondaaaaaaaaaaaaa! lo que escribiste!
ResponderEliminarEscribís lindo
ResponderEliminaraw! Muy muy bello, Cande!
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