Se despertó temprano y abrió todas las ventanas
esperando que el viento la llevara a dar un paseo.
Pero no.
Seguía allí parada, haciendo equilibrio en agujas de reloj
que la amenazaban con no dejar de girar jamás.
La asustaba ser presa del tiempo,
de haber dado ya su último beso,
de no haber aprendido a fabricar la eternidad.
Pasó horas tocando la guitarra,
buscando un acorde que expresara el silencio.
Pasó días dibujando las paredes,
queriendo graficar la invisibilidad.
Pasó noches bailando,
pretendiendo encontrar un paso que reflejara la inmovilidad.
Pero tampoco.
Frustrada, se dejó caer al abismo, esperando que éste la absorbiera.
Pero para su sorpresa, se encontró con el más dulce de los arrullos.
Era perfecto. Era todo lo que había deseado.
Eterno, silencioso, invisible,
la fue acurrucando de a poco hasta dejarla inmóvil.
Finalmente cerró los ojos y ya no los volvió a abrir.
El viento se la había llevado a dar un paseo.
sublime
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