martes, 21 de febrero de 2012

No sé si será el cielo cubierto por las nubes, el nudo que tengo en el estómago o qué, pero encuentro el día de hoy sumamente oportuno para hablar de mi pasado. Una porción en particular de mi más inocente niñez. Mis amigos imaginarios.
Tenía unos cuantos, pero no desperdigados al azar por mi mente. Había tenido la consideración de crear una familia entera imaginaria, para que ninguno de sus miembros estuviera solo. La familia estaba compuesta por Juan, su hermana Dani y la abuela. Juan era mi mejor amigo, a él le contaba absolutamente todo: mis temores, mis sensaciones, mis ideas...Todo. Lo que más recuerdo de Juan era su voz. Tenía una voz muy gastada, como la de un empedernido fumador de hace años (cabe aclarar que Juan tenía la misma edad que yo). Siempre que lo necesitaba, Juan estaba ahí para ayudarme. Ya fuera conversar durante un baño de inmersión, un arrullo antes de dormir, o simplemente un oído fiel a quien contarle mis problemas. Cuando no sabía qué consejo darme, enseguida iba a preguntarle a su abuela.

No logro recordar bien cuándo fue que los tres dejaron de visitarme. Quizás fue cuando ese espíritu imaginativo y con ansias de descubrir otros mundos me abandonó por completo. O quizás simplemente se mudaron y no supieron cómo venir hasta mi casa.
El problema es que hace días que no puedo dormir pensando en que me gustaría volver a tener eso que fue solamente mío en un pasado lleno de color. Porque no importa los años que hayan pasado, o que todos me digan lo grande que estoy. Yo sigo queriendo imaginar. Juan, esta noche me gustaría escuchar tu voz de nuevo.

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parido por cande