Ella es Carmen. Carmen mide 1,62m, pero le gustaría medir 1,65. Su pelo es marrón clarito, pero ella se pone feliz al decir que es un "bello castaño cobrizo". Su piel es bastante pálida, y bien decorada por una buena cantidad de lunares de todas las formas y tamaños. Más de una vez le dijeron que su voz no corresponde a su cara, que más bien parece la de una ginecóloga que ronda los 50, lo cual es bastante curioso, porque ella es docente de nivel primario, y hace alrededor de un mes cumplió 36. Respecto a lo físico, no hay mucho más que destacar.
Carmen trabaja por la mañana en una escuelita en el barrio de Avellaneda. Ella afirma con absoluta convicción que se enorgullece de no haber pisado jamás un colegio privado, pero por lo que nos consta, más de una vez miró con deseo las aulas del England Green College.
Cada mañana se levanta a las 6.15, se pone la ropa que dejó preparada la noche anterior y prende la tele para chequar la temperatura. Después de tomarse entre 5 y 6 mates, se va a lavar los dientes. Cuando se mira al espejo Carmen no ve más que a una extraña, pero ella no lo sabe. 7.05 Carmen ya está arriba del colectivo, revolviendo su cartera en busca de sus auriculares. Es una tarea bastante difícil, teniendo en cuenta el elevado número de cosas que se pueden encontrar en la cartera de Carmen. Entre ellas, una cartuchera; 2 cuadernos oficio y una carpeta de 3 solapas; un paquete de mentas abierto; un rimmel del cual ella no tiene registro; 8 o 9 monedas de 5 centavos que le da de vuelto la máquina del colectivo; un libro (probablemente de Isabel Allende) y un paquete de carilinas.
Cuando baja del colectivo, Carmen camina con pasos cortos pero ligeros. Más o menos cada 4 metros ella chequea que no haya baldosas flojas en su camino. Camina optimista, casi de buen humor. Carmen se cree completa y feliz mientras su vida transcurre su año número 37. Carmen no se encuentra nada raro en su pasado.
Carmen no sabe que sus papás le habían puesto Julia.
jueves, 31 de marzo de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
Ese fue probablemente el regreso a casa más largo que hubiera hecho en su vida. Sus pies le resultaban tan pesados que apenas podía caminar, pero a la vez tan ligeros que no podía determinar si realmente estaba parada en algún lado. Hacía rato que sentía que flotaba a la deriva, y aquello no parecía que fuera a cambiar pronto.
Aún daban vueltas en su cabeza todas y cada una de aquellas palabras, como despiadadas voces que disfrutan del placer de ser testigos de la progresiva destrucción de su cordura. De vez en cuando una de esas voces daba un grito voraz que desgarraba un poco más su corazón y la hacía perder el equilibrio.
Sentía que la palabra "pena" había dejado de tener sentido hace tiempo; ella ya había ido más allá, mucho más allá en ese inacabable túnel al desasociego. De nada servía ya llorar. Las lágrimas saladas ya no sanaban, sólo hacían arder al rojo vivo las heridas. Lo único que anhelaba era poder comer su propia carne y beber su propia sangre, y desaparecer en el infinito abrigo de la noche.
Sus trémulos pasos resonaban estridentes en oscuro pavimento de la calle desierta, y por un breve pero magnífico segundo, sintió que aquel mundo feroz le pertenecía. Supo que si se lo proponía, podría hacer suyas todas las alegrías de la tierra, porque ella ya habia visto, oído, olido y probado lo peor, y ahora tenía la certeza de que todo lo demás le resultaría una hermosa cosquilla en los pies. Porque después de todo, pensó, luego de tocar fondo sólo resta subir; subir y subir hasta que sus manos se quemen con las estrellas y pudiera disfrutar de ello.
De pronto el camino a casa dejó de ser largo, porque ella ya había llegado a casa hace tiempo...
La lágrima cayó de su ojo y recorrió su mejilla. Al llegar a la boca ésta la probo, y, para su sorpresa, le encontró el más dulce de los sabores.
Aún daban vueltas en su cabeza todas y cada una de aquellas palabras, como despiadadas voces que disfrutan del placer de ser testigos de la progresiva destrucción de su cordura. De vez en cuando una de esas voces daba un grito voraz que desgarraba un poco más su corazón y la hacía perder el equilibrio.
Sentía que la palabra "pena" había dejado de tener sentido hace tiempo; ella ya había ido más allá, mucho más allá en ese inacabable túnel al desasociego. De nada servía ya llorar. Las lágrimas saladas ya no sanaban, sólo hacían arder al rojo vivo las heridas. Lo único que anhelaba era poder comer su propia carne y beber su propia sangre, y desaparecer en el infinito abrigo de la noche.
Sus trémulos pasos resonaban estridentes en oscuro pavimento de la calle desierta, y por un breve pero magnífico segundo, sintió que aquel mundo feroz le pertenecía. Supo que si se lo proponía, podría hacer suyas todas las alegrías de la tierra, porque ella ya habia visto, oído, olido y probado lo peor, y ahora tenía la certeza de que todo lo demás le resultaría una hermosa cosquilla en los pies. Porque después de todo, pensó, luego de tocar fondo sólo resta subir; subir y subir hasta que sus manos se quemen con las estrellas y pudiera disfrutar de ello.
De pronto el camino a casa dejó de ser largo, porque ella ya había llegado a casa hace tiempo...
La lágrima cayó de su ojo y recorrió su mejilla. Al llegar a la boca ésta la probo, y, para su sorpresa, le encontró el más dulce de los sabores.
jueves, 10 de marzo de 2011
"Todo, incluso lo más banal, chocaba dentro de mí en el mismo punto con un mazazo silencioso y continuo. Todas las mañanas que pasaban ayudaban a raspar pieles de mí, a romper cáscaras de huevo, y después de cada una la cabeza se alzaba un poco más, algo más libre, hasta que mi humanidad eclosionaba como un hermoso pájaro con cabeza de depredador saliendo de la destruída cáscara del mundo."
martes, 8 de marzo de 2011
¡Pero yo no quiero más!
Si lloro es porque no lo quiero, si grito es porque ya no lo tolero.
Lo que busco es ese quiebre, esa salida oculta.
Quiero correr hasta que se terminen todas las rutas. Quiero vomitar todos mis órganos hasta quedar vacía por dentro, y sentirme ligera como el aire.
Quiero pararme en esa pradera desierta y gritarle al cielo: ¡BASTA!
Si lloro es porque no lo quiero, si grito es porque ya no lo tolero.
Lo que busco es ese quiebre, esa salida oculta.
Quiero correr hasta que se terminen todas las rutas. Quiero vomitar todos mis órganos hasta quedar vacía por dentro, y sentirme ligera como el aire.
Quiero pararme en esa pradera desierta y gritarle al cielo: ¡BASTA!
lunes, 7 de marzo de 2011
Parecería una noche como cualquier otra en el mundo de las ratas. Las nubes espesas apenas dejan entrever la luz de la luna. El aire húmedo se condensa en las calles desiertas. El silencio es tan sepulcral que hace a uno preguntarse si realmente esta allí. A lo lejos, se escucha el desesperado maullido de un gato solitario.
De pronto se sienten unos pasos débiles y pausados, seguidos por una sombra tímida. Asomándose por la esquina, aparece la figura de un hombre. Se trataba de un anciano de rostro arrugado, piel curtida y con unos pocos pelos blancos. Estaba encorvado, y sus extremidades se movían con una extrema lentitud, parecían sumamente débiles. Sin embargo, el hombre camina sin detenerse, sin dejar que aquel mundo infernal intimide su apariencia de poca cosa.
Pero no permitan que su figura minúscula los engañe. Ese anciano de pelos blancos que se pasea por la oscuridad, si de verdad lo quiere, puede resultar su perdición. Si se lo propone puede causar el más profundo de los dolores. De nada sirve esconderse, él te va a encontrar dondesea que estés y no te dejará siquiera rogar por piedad. Si se lo ve acercándose, de nada sirve huír, ya es demasiado tarde; y lo único que se puede anhelar es que la tortura sea breve. Porque en ese mundo de caos y destrucción, en ese mundo donde la alegría se asemeja a la anarquía y la represión es moneda corriente, él es quién manda.
Porque en el mundo de las ratas, él es el rey.
De pronto se sienten unos pasos débiles y pausados, seguidos por una sombra tímida. Asomándose por la esquina, aparece la figura de un hombre. Se trataba de un anciano de rostro arrugado, piel curtida y con unos pocos pelos blancos. Estaba encorvado, y sus extremidades se movían con una extrema lentitud, parecían sumamente débiles. Sin embargo, el hombre camina sin detenerse, sin dejar que aquel mundo infernal intimide su apariencia de poca cosa.
Pero no permitan que su figura minúscula los engañe. Ese anciano de pelos blancos que se pasea por la oscuridad, si de verdad lo quiere, puede resultar su perdición. Si se lo propone puede causar el más profundo de los dolores. De nada sirve esconderse, él te va a encontrar dondesea que estés y no te dejará siquiera rogar por piedad. Si se lo ve acercándose, de nada sirve huír, ya es demasiado tarde; y lo único que se puede anhelar es que la tortura sea breve. Porque en ese mundo de caos y destrucción, en ese mundo donde la alegría se asemeja a la anarquía y la represión es moneda corriente, él es quién manda.
Porque en el mundo de las ratas, él es el rey.
domingo, 6 de marzo de 2011
"Escapemonos" me dijiste un día. Parecía que ni lo pensaste, y sentías orgullo de tu espontaneidad. Me dijiste que querías escapar del asfalto. Me dijiste que ya no querías ser presa de la rutina cuadrada. Me dijiste también que querías conocer el mundo y todos sus cielos. No te preocupaba ni el cómo ni el dónde, sólo te concentrabas en el cuándo y en el quiénes: vos y yo en ese preciso instante. Después todo el mundo podría pertenecernos si así lo queríamos. "¿Y el por qué?", te pregunté yo. "Porque quiero ver el sol reflejado en tu sonrisa todos los días", fue lo que me contestaste.
Me tomaste de la mano y no me dejaste respirar. Comenzaste a correr y el viento en la cara te extaciaba. No podías parar de reír. Yo te seguía con una clara expresión de sorpresa reflejada en el rostro, preguntándome qué nos depararía nuestro futuro. Pero luego me di cuenta que no me preocupaba, que si correr días enteros tomados de la mano era necesario para hacerte feliz, entonces yo lo haría con gusto. Contuve la respiración por un instante y me detuve a contemplar el abismo de tu mirada...
"Escapemonos" te dije yo.
Me tomaste de la mano y no me dejaste respirar. Comenzaste a correr y el viento en la cara te extaciaba. No podías parar de reír. Yo te seguía con una clara expresión de sorpresa reflejada en el rostro, preguntándome qué nos depararía nuestro futuro. Pero luego me di cuenta que no me preocupaba, que si correr días enteros tomados de la mano era necesario para hacerte feliz, entonces yo lo haría con gusto. Contuve la respiración por un instante y me detuve a contemplar el abismo de tu mirada...
"Escapemonos" te dije yo.
sábado, 5 de marzo de 2011
Si supieras lo mucho que me afectó, las noches de insomnio que me costaste y el apetito que me hiciste perder. Si pudieras enterarte de la angustia que me provocaste vos y todo lo que pasó. Si pudiera hacerte entender el asco que sentía por mí misma después. Si pudiera expresar con palabras el arrepentimiento, sé bien que éstas no serían suficientes.
Si tan sólo fueras consciente de las ganas que tengo de pedirte perdón.
Si tan sólo fueras consciente de las ganas que tengo de pedirte perdón.
jueves, 3 de marzo de 2011
Los pies golpean con fuerza el asfalto caliente. Las piernas cansadas se esfuerzan por llegar un poco más lejos. Los brazos se agitan con fuerza, inapacibles. Las gargantas hinchadas y enrogecidas se hacen escuchar. El sol golpea sobre las cabezas siempre en alto. Las frentes sudadas luchan contra el abatimiento. Las miradas brillantes buscan el horizonte. El espíritu inagotable se eleva radiante entre la multitud persistente. Las manos curtidas asen con fuerza las banderas, y éstas ondean victoriosas muy cerca del cielo.
Cientos de almas luchadoras. Cientos de almas inagotables. Cientos de almas con esperanza. Cientos de almas fabricando su futuro.
Cientos de almas luchadoras. Cientos de almas inagotables. Cientos de almas con esperanza. Cientos de almas fabricando su futuro.
miércoles, 2 de marzo de 2011
martes, 1 de marzo de 2011
Es una satisfacción particular pero igualmente similar a otras. Es un placer comparable a un abrazo sincero, a una sonrisa espontánea. También es bastante parecido a reconocer una cara amiga en una multitud desconocida.
No tiene nada que ver al placer de rascarse o al de bostezar mientras nos estiramos, no. Y ni hablar de correr a toda velocidad y con los ojos cerrados, eso tampoco. Es más bien como bailar sin seguir el ritmo de la música, como comer nuestra comida favorita o saber que podemos dormir hasta tarde.
Es una de esas cosas super chiquititas que no te dan tiempo a disfrutarlas del todo como corresponde. Es algo efímero, pero que podemos lograr que dure para siempre.
Es la alegría de verte reír de nuevo
No tiene nada que ver al placer de rascarse o al de bostezar mientras nos estiramos, no. Y ni hablar de correr a toda velocidad y con los ojos cerrados, eso tampoco. Es más bien como bailar sin seguir el ritmo de la música, como comer nuestra comida favorita o saber que podemos dormir hasta tarde.
Es una de esas cosas super chiquititas que no te dan tiempo a disfrutarlas del todo como corresponde. Es algo efímero, pero que podemos lograr que dure para siempre.
Es la alegría de verte reír de nuevo
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