Más que nada, tiempo fue lo que nos tomó.
Tiempo para abrir los ojos y mirarnos las caras. Tiempo para salir del capullo y hacer nuestra propia flor.
Ahora respiramos una primavera invernal. Caminamos por el pasto sin saber si lo pisamos con nuestros pies, nuestras cabezas o nuestros labios. ¿Y si el pasto es en realidad tu boca, y los pasos son en realidad mis mejillas? Entonces no dejemos de caminar nunca...
Y le pido al tiempo que deje de correr un rato, que nos regale una estación más. Que a esta primavera la sucedan otras, infinitas. Que nos deje otros tres meses para seguir caminando un rato más.