Saboreando margaritas, pensando en lo que no fue.
Mirando el sol cambiar de forma, peinando viejas ideas.
Llorándole a las nubes que pasan, bebiendo mares de incertidumbres.
El tiempo corre sin hacerse notar.
Las horas pasan, yo sigo en el mismo lugar.
Escondida debajo de mi cama, echando raíces.
Alimentándome de recuerdos que aún tengo que fabricar.
Inventando rimas nuevas,
Intentando descubrir aquello que desconozco.
Algún día lo lograré.
Talaré todas las ramas que me sostienen.
Abriré las ventanas de la vida,
Y partiré hacia aquel mundo de sorpresas.
No sé cuándo, no se cómo, no se con quién.
Pero sé que algún día lo lograré.
Algún día cambiaré mi rumbo.
lunes, 25 de julio de 2011
jueves, 7 de julio de 2011
Creo que encontré un enemigo común para todas las personas: el espejo.
A primera vista puede parecer inofensivo, inclusive hasta bastante útil...nada más alejado de la realidad. Si nos tomamos unos minutos (no muchos) para pensar en las consecuencias que pueden traer un simple reflejo en el espejo, les puedo asegurar (y por favor no se ponga en duda mi palabra), que se nos pondrían los pelos de punta a más de uno.
Lo que pasa es que nunca nadie miró realmente su reflejo en el espejo; nunca nadie le prestó una detenida atención a esa imágen en la pared que nos mira como quien no quiere la cosa. Y es así como todo acerca de nosotros nos parece corriente, no presenta ningún tipo de alteración a nuestra forma de vida (y por favor no se me malinterprete, no estoy hablando de banales cuestiones estéticas). Mi punto es que...el rostro que menos conocemos es el nuestro propio. Nadie nunca estuvo tanto tiempo mirándose a un espejo como para conocer hasta el último detalle de su anatomía, ni nadie fue jamás lo suficientemente introspectivo como para saber qué es lo que le pasa por dentro, y tampoco le interesa saberlo. Y esto, señores, es por miedo. Miedo a lo que se pueda encontrar, miedo a descubrir la verdadera persona que somos, a actitudes que se reprimieron toda la vida y están luchando por salir, a comprender que nunca comprenderemos nada, a darnos cuenta que somos todo lo que más odiábamos y nunca seremos lo que siempre quisimos ser, miedo a descubrir que en realidad no somos nadie.
Es por esto que siempre resulta tan fácil criticar a otros. Ver que no nos gusta su ropa, que no nos gusta lo que hizo con su pelo, que tiene una voz insoportable, que es un imbécil, un desconsiderado, un necio, un soberbio, una mala persona...Pero, ¿y vos qué? ¿Vos no sos nada de eso? ¿Por qué no dejás de opinar acerca del otro y te ocupás un poco de tus miles de defectos? Y bueno...eso es porque no querés admitir que los tenés.
He ahí mi conclusión. No es ni buena, ni mala, ni simple, ni sofisticada. Es. Y yo también soy. Y me da miedo ser.
A primera vista puede parecer inofensivo, inclusive hasta bastante útil...nada más alejado de la realidad. Si nos tomamos unos minutos (no muchos) para pensar en las consecuencias que pueden traer un simple reflejo en el espejo, les puedo asegurar (y por favor no se ponga en duda mi palabra), que se nos pondrían los pelos de punta a más de uno.
Lo que pasa es que nunca nadie miró realmente su reflejo en el espejo; nunca nadie le prestó una detenida atención a esa imágen en la pared que nos mira como quien no quiere la cosa. Y es así como todo acerca de nosotros nos parece corriente, no presenta ningún tipo de alteración a nuestra forma de vida (y por favor no se me malinterprete, no estoy hablando de banales cuestiones estéticas). Mi punto es que...el rostro que menos conocemos es el nuestro propio. Nadie nunca estuvo tanto tiempo mirándose a un espejo como para conocer hasta el último detalle de su anatomía, ni nadie fue jamás lo suficientemente introspectivo como para saber qué es lo que le pasa por dentro, y tampoco le interesa saberlo. Y esto, señores, es por miedo. Miedo a lo que se pueda encontrar, miedo a descubrir la verdadera persona que somos, a actitudes que se reprimieron toda la vida y están luchando por salir, a comprender que nunca comprenderemos nada, a darnos cuenta que somos todo lo que más odiábamos y nunca seremos lo que siempre quisimos ser, miedo a descubrir que en realidad no somos nadie.
Es por esto que siempre resulta tan fácil criticar a otros. Ver que no nos gusta su ropa, que no nos gusta lo que hizo con su pelo, que tiene una voz insoportable, que es un imbécil, un desconsiderado, un necio, un soberbio, una mala persona...Pero, ¿y vos qué? ¿Vos no sos nada de eso? ¿Por qué no dejás de opinar acerca del otro y te ocupás un poco de tus miles de defectos? Y bueno...eso es porque no querés admitir que los tenés.
He ahí mi conclusión. No es ni buena, ni mala, ni simple, ni sofisticada. Es. Y yo también soy. Y me da miedo ser.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)